“Orgullo y Prejuicio” de Jane Austen es un libro clásico, de culto para muchos. Ha sido llevado a la pantalla en varias oportunidades y versiones. Entre las más cercanas y memorables están la miniserie de la BBC de 1995 (Jennifer Ehle y Colin Firth) y la película de 2005 (Keira Knightley y Matthew Mcfadyen).
No sólo es una maravillosa historia de amor, sino que es un relato vívido de sentimientos humanos, de personas y personalidades, de cómo aprenden y van forjando sus destinos. Habla de errores y de oportunidades, de contextos difíciles y personajes decididos.
En este caso, nuestro protagonista Fitzwilliam Darcy, va aprendiendo durante la historia, y gracias a su vínculo con Elizabeth Bennet, sobre el impacto de sus actitudes y decisiones en los demás. Sus buenas intenciones no alcanzan para ayudar. Aprende, se esmera en moldear su carácter y agradece la oportunidad de hacerlo. Aquí viene, entonces, nuestra reflexión.
No sirve estudiar o explicar cómo deben ser las cosas, si no educamos a la persona completa. Si no enseñamos a conocerse, a trabajar como alfareros en las propias emociones, en la identidad, los proyectos y vínculos.
Hay mucho escrito en este sentido, desde la Educación del Carácter, la Educación Emocional, programas basados en las enseñanzas de la Psicología Positiva muy interesantes para ser leídos y aplicadas.
Ser educados no es saber más cosas, sino saber hacer y saber ser con todo eso. Tomar decisiones, ser empáticos, cuidarnos y cuidar a los demás y nuestro ambiente. Esto es un tema recurrente en los libros de Jane Austen.
A pesar de haber sido escrito hace tantos años… sus ideas sobre la educación… no parecen tan viejas no?