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Enseñar por la vida, luchar contra el dolor

Ser médico… tiene mucho de docencia…

Escuchar, entender, diagnosticar. Explicar, traducir, ayudar a entender al paciente (que es, también, su familia) lo que está pasando, lo que puede pasar. Informar, ayudar a entender. Lograr que esa persona aprenda (muchas veces en contexto de angustia) algo que no sabía sobre su cuerpo, sus conductas, sus hábitos. 

Un médico nos acompaña en el aprendizaje de nuevas formas de vivir y de cuidarnos, en función de nuestras realidades y necesidades. Nos ayuda a observarnos, a concientizarnos acerca de lo que nos pasa. Preguntas asociadas a cuánto o cómo te duele, que muchas veces no nos haríamos solos (“simplemente, me duele, mucho”) nos hacen crecer en el autoconocimiento y nos llaman a responsabilizarnos por nuestra propia vida y por la de quienes amamos.

Ser médico es luchar por la vida, contra el dolor, contra la enfermedad y la muerte. Es armar rompecabezas, resolver desafíos, acompañar, orientar y contener.

En este tiempo tan difícil, todo esto se potencia, se profundiza y resignifica a la luz del inmenso sacrificio por sostener, prevenir y curar nuestra sociedad toda.

Sí… ser médico tiene mucho de ser maestro.

Por eso, ¡gracias!

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